miércoles, 29 de junio de 2011

Me voy por ratos, ¡pero tranquilo!… que regreso.

Vuelvo en tus brazos y siempre pregunto: dónde estoy, de quién son estos ojos que miran temerosos de perderme.

Sigo viva y respiro, aunque no recuerdo tu “no me dejes”, tal vez, o tu “lucha para seguir a mi lado”. Ya no tengo memoria, y es mejor, porque recordar el dolor nunca fue sano.

¿Dónde he visto estos ojos? No sé si estaban aquí justo antes de mi epilepsia temporal, pero los miro. Como se observa un ave mientras vuela, una nube cuando pasa sobre la montaña, como el silencio cuando ya no quedan palabras.

Son esos pequeños ojos, que ahora intentan llenar el vacío de mi memoria, con nuevos besos, con nuevos versos, con nuevos vuelos.

María E.

Posted on 14:01 by María Eugenia del Pozo

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sábado, 16 de abril de 2011


Pretendía escribir un simple comentario en mi muro de Facebook, pero no bastaría para lo que pretendo contar.

En la vida, nos esforzamos mucho para lograr ciertos caprichos, deseos, sueños, metas, como le queramos llamar. Es cierto que si no luchamos por las cosas que queremos, es imposible alcanzarlas, al menos no al tiempo previsto.

Sin embargo, cuando nuestras técnicas no funcionan, cuando pensamos que nos faltará la respiración para aguantar las lágrimas tras una decepción, es justo ahí cuando debemos detenernos, olvidar y volver a empezar de nuevo, seguir adelante.

Debemos evitar forzar el destino, hay que detenerse y respirar, sólo por un momento, eso basta.
Hoy lo hice. Me detuve por un momento y respiré. Lo hice por mi abuela, sí, por ella. Me enseñó lo más importante de esta vida… ¡Vivir!

Me contaba esa graciosa historia y volví a preguntarle lo mismo: ¿Cómo se llamaba el perro Mamá? ¿A dónde quién lo mandaba con el papelito?

Ella, por sus casi 83 años, olvidó hoy algunos detalles, pero luego los recordó… Buen Amigo, ese era el nombre de aquel gracioso perro con el que mandaba notas a la casa de una vecina en unos potreros, en Cubana, cerca de Doña Ana, San Cristóbal, me cuenta. 

“Buen Amigo, váyase donde Marcimina, y él iba con el papelito que decía que Águeda estaba enferma”, me contó otra vez. Su perro regresaba a veces con el encargo del día “un chin de sal, una persona con algún jarabe…”, y mi abuela era feliz, él era un ser al que respetaba y educaba con mucho amor, como lo ha hecho con sus hijos, nietos y bisnietos. “Buen Amigo nunca se comió nada que no le dieran”, me dijo con toda la seguridad del mundo esta tarde de sábado.

Mamá Águeda, Mamá Ñao (por los tantos gatos que tenía cuando yo era una niña), mi abuelita. Ella siempre ha sido una mujer sencilla, yo pretendo ser como ella alguna vez. Ella disfruta de las cosas simples de la vida y no le teme al futuro, se aferra a su presente. 

Hace poco sufrió varios episodios de trombosis, quedó inmóvil de un lado del cuerpo, pero ya está bien, camina y hoy hasta cocinóJ. Ella respira cada día, de a poco, para no caer en la desesperación, pues la vida, como ahora lo veo, son precisamente esos momentos en que nos detenemos, olvidamos y volvemos a empezar.

Posted on 18:16 by María Eugenia del Pozo

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jueves, 31 de marzo de 2011

Lian se ha despertado esta mañana y la alegría no le cabe en el pecho. Llevaba varios días preocupado porque las plantitas del patio de su casa estaban mareadas, sedientas y algunas secas.
Antes de ir a la escuela se lo pasaba buscando agua en un vasito para regar las plantitas.

Anoche decidió pedir por la lluvia del cielo, y aprovechó su oración de familia para hacer su solicitud. Las plantitas se morían y él, por más que quería ayudar, no podía calmar la sed de todas. Le recordaba a Dios que debajo de la tierra viven los gusanitos y otros animalitos que necesitaban del agua.

Posted on 5:42 by María Eugenia del Pozo

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lunes, 28 de febrero de 2011


Se levanta bien temprano todos los días. Sin importar si es feriado o fin de semana. La Doña, como algunos le llaman, sale con dos barras de jabón de cuaba y una funda con varias libras de detergente, para lavar la ropa de la gente que vive arriba, a 80 escalones de distancia de su vivienda. 

Cuando no consigue “clientela” fuera del conglomerado de casuchas cerca de la cañada, La Doña convence a sus vecinos más cercanos para que le dejen lavar y planchar un par de piezas, por las que cobra entre 100 y 200 pesos, cuando es mucha ropa.

Posted on 18:33 by María Eugenia del Pozo

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lunes, 24 de enero de 2011

Un lunes, hace hoy 23 eneros, llegué a este mundo, sin nada, sólo con la piel que cubre mi cuerpo. Sin malicias y un corazón dispuesto a llenarse de el amor de mis padres, que durante mucho tiempo habían planificado mi llegada.

Dicen que el sexo femenino es más fuerte, lucha por sobrevivir, y así fue. Mi madre y yo pudimos burlar la muerte aquel día, 25 de enero de 1988; Dios nos tenía preparado un gran camino por recorrer juntas.

En estos 23 años se que “he vivido”. Los hermosos recuerdos de cada uno de estos eneros me llenan de felicidad y me impiden recordar los malos momentos.

Posted on 19:06 by María Eugenia del Pozo

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viernes, 14 de enero de 2011

Gracias a Dios, hemos avanzado mucho en casa. Recuerdo que cuando era niña vivíamos en una vivienda de madera techada de zinc, eran tiempos felices, aunque difíciles.

La casa no tenía divisiones, y cuando llovía Mami ponía cantinitas para que el agua no mojara las camas. Ella había llegado del campo hace muchos años, cuando tenía 15 años, y la situación en la que vivíamos en aquel momento, no se comparaba con la que tuvo que experimentar durante los primeros años de su vida, con viviendas de suelo de tierra.

Llegó desde abajo, sin terminar el bachillerato hasta hace poco, pero con una educación familiar e inteligencia, que pocos en la actualidad poseen. Esa que no le permite ofender al otro o irrespetarlo, como hacen hoy los cómicos de clase media-media alta con “Deiba”, una señora que presta servicios domésticos en una casa de familia.

Posted on 6:19 by María Eugenia del Pozo

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