Se levanta bien temprano todos los días. Sin importar si es feriado o fin de semana. La Doña, como algunos le llaman, sale con dos barras de jabón de cuaba y una funda con varias libras de detergente, para lavar la ropa de la gente que vive arriba, a 80 escalones de distancia de su vivienda. 

Cuando no consigue “clientela” fuera del conglomerado de casuchas cerca de la cañada, La Doña convence a sus vecinos más cercanos para que le dejen lavar y planchar un par de piezas, por las que cobra entre 100 y 200 pesos, cuando es mucha ropa.