Me voy por ratos, ¡pero tranquilo!… que regreso.

Vuelvo en tus brazos y siempre pregunto: dónde estoy, de quién son estos ojos que miran temerosos de perderme.

Sigo viva y respiro, aunque no recuerdo tu “no me dejes”, tal vez, o tu “lucha para seguir a mi lado”. Ya no tengo memoria, y es mejor, porque recordar el dolor nunca fue sano.

¿Dónde he visto estos ojos? No sé si estaban aquí justo antes de mi epilepsia temporal, pero los miro. Como se observa un ave mientras vuela, una nube cuando pasa sobre la montaña, como el silencio cuando ya no quedan palabras.

Son esos pequeños ojos, que ahora intentan llenar el vacío de mi memoria, con nuevos besos, con nuevos versos, con nuevos vuelos.

María E.