Según la procedencia de la persona es su manera de actuar. Hay quienes se dejan saludar con un beso, otros, aunque sean tus amigos desde hace mucho tiempo, no les agrada la idea de recibir un fuerte abrazo.

No obstante, yo soy feliz al sentirme querida y demostrar a otros cuanto les quiero. Desde que me levanto estoy abrazando a la gente que quiero. A veces me reservo ese derecho por diversas razones.
Me siento inquieta cuando logro estar cerca de una persona a la cual trato con cariño y por las circunstancia no pueda darle un fuerte abrazo, de esos apretados que tanto me gustan.

La demostración mas dulce de amor y amistad, para mi, es un fuerte abrazo. En mi memoria guardo muchos de ellos, inolvidables. Son parte de mis momentos felices.

El abrazo de todas las mañanas a mi madre, es mi primera misión del día. En las noches, antes de acostarme, debo abrazar a mi padre y darle unos golpecitos por la barriga, apretar a mi madre y dormirme un ratico en el pecho de mi hermano Santiago.

Cuando me encuentro con almas nobles a las que quiero mucho, no dudo en lanzarles un gran abrazo.

Recuerdo que en los primeros días de mi amistad con Alejandra, la que he dicho será la madrina de hijos, que aún no han nacido, la distancia era como la del tunel de la 27 de Febrero una tarde de tapón, y ahora debemos darnos aunque sean dos abrazos al vernos.

Mi abrazo favorito, el más tierno de los que he recibido, lo siento como si me lo estuvieran dando en este momento, huele a noche y a silencio. Lo encontré buscando calor en la ciudad de las ruinas y de las calles del romance.

Aún así tengo tantos deseos de abrazar y ayer una amiga me dijo que no practica tanto ese gesto. Siempre quiero abrazos, podría considerarme cazadora de esos que se le escapan a veces a los amigos.

Y tengo muchos para dar, tantos que tardaría toda una vida en agotarlos.