Desde pequeños mi madre nos hablaba de aquella creencia de que, cuando el varón come en carderos en lugar de un plato, el día de su boda llueve. Así que, cada vez que asisto a la celebración de algún matrimonio y llueve, suelo preguntar si el novio comía en carderos, donde normalmente los dominicanos preparamos los alimentos al fuego.

Mi hermano pequeño, al cual apodamos Santiago, siempre le ha gustado que le dejen su comida en el cardero. Ya sea avena, arroz, habichuela con dulce, o la masa para preparar la arepa, mi madre siempre se la reserva a mi hermanito en el cardero.

Cuando niño ese era el momento más feliz del día de Santiago, aunque era advertido por mi madre sobre las consecuencias futuras: cuando te cases debes hacer la ceremonia en un lugar cerrado, porque habrá un diluvio.

Hace apenas unos meses, canté y toqué en la boda de unos amigos en Puerto Plata, y pese a que en el lugar donde estábamos acostumbra a llover mucho, ese día el cielo estaba despejado, hacía mucho calor y el sol mareaba a cualquiera.

Sin embargo, cuando los novios procedían a la firma del libro comenzó el aguacero. Por un momento pensé que había llamado la lluvia por los desafines de mi voz, pero al preguntarle al novio si acostumbraba a comer en cardero, éste me respondió con cara de preocupación “yo no sabía que eso era verdad; yo comía en mis carderos, pero pensé que eso era cuento de la gente”.

Una señora dijo que el agua había sido una bendición para la pareja; si claro, “la bendición del cardero”.

Amigos lectores, en caso de tener planes de boda, tome en cuenta si el novio acostumbra a comer en cardero, para planificar la ceremonia en un lugar techado, por aquella creencia que, tal vez por coincidencia, más de una persona ha experimentado.

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