Es cierto que cada cosa debe ser a su tiempo, no se deben adelantar los procesos. Por eso hay que cumplir primero las metas personales, para no lamentarse luego y culpar a los hijos de lo que no pudimos ser o hacer.

Es una reflexión a la que llegué, tras observar a amigas, un poco más adultas que yo, que tal vez hoy día hubieran querido lograr uno que otro sueño “intelectual”, antes de formar una familia.
No obstante, las reglas de la vida no se aplican en todas las circunstancias, pues leyendo el libro “Vivas en su jardín”, comprendí que si Manolo y Minerva no hubieran tenido a Manolito y a Minou, para sentirse satisfechos de lograr sus objetivos personales y políticos, o le hubieran concentrado sólo en verlos crecer, entonces hoy la historia fuera diferente, quizás.

Pero todo dependerá del cristal con que se mire. Yo, que he logrado la mayoría de mis sueños, gracias a Dios y a un grupo grande de gente que me ama, no me imagino siendo madre aún, aunque debe ser lo más maravilloso del mundo, debido a que siento que me faltan algunas metas por superar y energías por consumir, personas a quien amar, amigos por hacer, lugares donde ir, ideas que desarrollar y, en fin, vivir otras experiencias.

No hay porque precipitarse, pues aunque me tilden de “destinista”, la vida no es estática y todo pasa por alguna razón. No necesariamente el equilibrio en la vida se logra haciendo las cosas en orden, puede suceder que lo que mucho se planifique no se dé, o al menos no como queremos.

A nadie le dan un librito al nacer de qué hacer con la vida para disfrutarla al máximo, sin embargo al tomar decisiones importantes como la de tener una familia debemos poner en una balanza nuestros deseos, anhelos, sueños o metas, y estar preparados para la hermosa tarea de ser padres; saber que ya no somos los protagonistas de nuestras vidas, sino ellos: los hijos, y que nuestro papel en lo adelante será tomarlos de la mano y caminar con ellos, para que lleguen más lejos de lo que pudimos recorrer en esta travesía.